El ajedrez es ante todo una forma de enfrentamiento entre las personas. Hay que ver la descortesía en decenas de miles de partidas, diariamente por culpa de internet, para darse cuenta de la amplitud del fenómeno. Ni la victoria ni la derrota te hacen bien. Cara a cara en el entorno cercano es menos conflictivo, pero en el anonimato de internet lo que prevalece es el mal perder: la desconexión, el agotar el tiempo sin mover ni rendirse, los insultos y las burlas.
El ser humano no debería competir EN NADA, de hecho las sociedades más pacíficas que se conocen, las tribus recolectoras, no compiten en actividad alguna, como tampoco representan la violencia en sus juegos y teatros, mientras que a nosotros nos obligan a ver violencia por todas partes, y a competir EN TODO.
Las Élites del Poder promocionan mucho el ajedrez, se invierte mucho dinero en despertar nuestro interés sobre él. Cada año hay más eventos y más premios. Nos dicen que es muy positivo, que «desarrolla la mente», que mejora capacidades como la concentración o la disciplina. No se dice que también tiene elementos negativos, algunos muy peligrosos según el escenario donde se pretenda imponer.
Además del enfrentamiento ya mencionado, otro peligro puede venir al generalizarlo en un pueblo que tiene la Libertad como tarea pendiente, pues el ajedrez requiere mucha concentración, el ajedrez «te reduce al ajedrez». Necesita una inversión muy grande de tiempo para ser mínimamente dominado. Puede llegar a convertirse en un verdadero abismo en el que encerrar a las personas.
Cuando una sociedad es tiránica, suele encauzar la vitalidad juvenil, tan peligrosa, hacia actividades que controle, que sean negativas, o que sirvan a sus intereses. En los años 60 del siglo XX se pudo observar que las élites, ahora que lo podemos saber (y en aquel entonces sobre el terreno también hubo gente que se dio cuenta), que la tiranía en EEUU encauzó la vitalidad juvenil hacia actividades autodestructivas, principalmente el uso de drogas, a través de los conciertos de música, la propaganda, etc.
Todo lo que no sea «prepararse para luchar por la libertad» es subvencionable, sea fumar porros tirados en la yerba o sea jugar al ajedrez. En la Unión Soviética se usó también a gran escala. Contener un imperio tan grande no es tarea fácil, se necesitó mucho alcohol y muchos eventos deportivos, entre los que destaca el ajedrez.
Quiero volver sobre las supuestas capacidades que el ajedrez fomenta, como la concentración, la disciplina o la memoria, capacidades útiles para casi todo. Pienso que estas capacidades pueden desarrollarse también por otros medios, y creo que al tener tareas pendientes de gran relevancia, como dije antes, la construcción de una sociedad con libertad suficiente, deberíamos fomentar esas capacidades a través de actividades que estén directamente relacionadas con estos objetivos superiores.
Hay muchas cuestiones que necesitan ser pensadas, y que obligan a la inactividad física del pensamiento, como para añadir también el ajedrez, para supuestamente desarrollar capacidades que podrían ser desarrolladas sin inactividad. Por ejemplo la memoria observando el territorio y recolectando las plantas que sirven a la subsistencia, la disciplina con la alimentación frugal y el trabajo, o la concentración escuchando y comprendiendo a los que nos rodean.
Además tenemos la negatividad de los premios, o peor aún, el considerarlo como un «medio de vida». Nuestras élites fomentan el parasitismo a todos los niveles. El trabajo suele ser un infierno en fábricas, maquilas, minas y puertos, y cada vez hay más «salidas» no productivas, que dejan la carga del trabajo real sobre los demás. Lo que sale de ahí es una anti-comunidad.
Se trata de un juego que es una simulación de un combate entre ejércitos. Una forma de entretenimiento surgida de mentalidades guerreristas, competitivas, que con el tiempo se extendió a las clases populares. No tengo datos para saber si con mayor o menor intención. La intención la veo ahora, claramente.
Por desgracia nuestras sociedades están condenadas al entretenimiento: los altos índices de drogadicción y suicidio hablan por sí. Cuando se delega el pensamiento en castas intelectuales-gobernantes, también se destruye la convivencia que la solución de esas necesidades permitía. Si añadimos la condena del trabajo asalariado, no comunitario, anti-convivencial, lo que tenemos es una sociedad que agoniza.
Se nos habla de imponerlo en el maldito Sistema Educativo..